MIGUEL HERNANDEZ




Miguel Hernández Gilabert, nació en Orihuela el 30 de Octubre de 1910 y falleció en Alicante el 18 de Marzo de 1942, en la cárcel.

Adscrito a la generación del 27, Miguel Hernández destacó por la hondura y auntenticidad de sus versos, reflejo de su compromiso político y social.

Nacido en el seno de una familia humilde y criado en un ambiente campesino, en Orihuela, de niño fue pastor de cabras y no tuvo acceso a mas estudios que a los elementales, por lo que su formación fue autodidacta.



Sus influencias poeticas van desde Garcilaso, Calderón, o Góngora a Ruben Dario o Antonio Machado. Participó en las tertulias literarias locales, organizadas por su amigo Ramón Sijé ("a quien tanto quería), encuentros en los que se relacionó con la que luego sería su esposa, e inspiradora de muchos de sus poemas, Josefina Manresa.



Con 24 años viaja a Madrid, donde conoce a Vicente Aleixandre y Pablo Neruda, con éste último funda la revista Caballo Verde para la poesía. La ideología marxista de Neruda le influyó sobramanera, llegando a colaborar con el Frente Popular  en diversas actividades culturales.

Terminada la guerra, regresa a su pueblo natal, Orihuela, donde es detenido. Lo condenan a muerte, aunque luego se le conmuta la pena por cadena perpetua. Tras pasar por varias prisiones, muere en el penal de Alicante, en 1942, de tuberculosis. De esta forma, se trunca una de las trayectorias más prometedoras de las letras españolas del siglo XX.


 OBRA:

Perito en lunas. 1934

El rayo que no cesa. 1936

Viento del pueblo. 1937

Teatro de guerra. 1937

El hombre acecha. 1939

Cancionero y Romancero de ausencias (en la cárcel) 1938-1941.




Poema dedicado a su hijo: NANAS DE LA CEBOLLA


La cebolla es escarcha


cerrada y pobre.

Escarcha de tus días

y de mis noches.

Hambre y cebolla,

hielo negro y escarcha

grande y redonda.

En la cuna del hambre

mi niño estaba.

Con sangre de cebolla

se amamantaba.

Pero tu sangre,

escarchada de azúcar,

cebolla y hambre.

Una mujer morena

resuelta en luna

se derrama hilo a hilo

sobre la cuna.

Ríete, niño,

que te tragas la luna

cuando es preciso.

Alondra de mi casa,

ríete mucho.

Es tu risa en los ojos

la luz del mundo.

Ríete tanto

que mi alma al oírte

bata el espacio.

Tu risa me hace libre,

me pones alas.

Soledades me quita,

cárcel me arranca.

Boca que vuela,

corazón que en tus labios

relampaguea.

Es tu risa la espada

más victoriosa,

vencedor de las flores

y las alondras.

Rival del sol.

Porvenir de mis huesos

y de mi amor.

La carne aleteante,

súbito el párpado,

el vivir como nunca

coloreado.

¡Cuánto jilguero

se remonta, aletea,

desde tu cuerpo!

Desperté de ser niño:

nunca despiertes.

Triste llevo la boca:

ríete siempre.

Siempre en la cuna,

defendiendo la risa

pluma por pluma.

Ser de vuelo tan alto,

tan extendido,

que tu carne es el cielo

recién nacido.

¡Si yo pudiera remontarme al origen

de tu carrera!

Al octavo mes ríes

con cinco azahares.

Con cinco diminutas

ferocidades.

Con cinco dientes

como cinco jazmines

adolescentes.

Frontera de los besos

serán mañana,

cuando en la dentadura

sientas un arma.

Sientas un fuego

correr dientes de abajo

buscando el centro.

Vuela, niño, en la doble

luna del pecho:

él, triste de cebolla,

tú, satisfecho.

No te derrumbes.

No sepas lo que pasa

ni lo que ocurre.



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